
En 1961, con poco dinero y mucho coraje, Leonardo Del Vecchio daba los primeros pasos de su brillante carrera como empresario.
Hacía seis años que se había casado con Luciana, una chica de 17 años, con la que tuvo tres hijos. Para sostener a la familia, complementaba su salario con algunos trabajos por cuenta propia, a través de los cuales se contactó con Metalflex, una pequeña empresa con la que se asoció para instalar un taller. El lugar elegido fue Agordo, un pequeño pueblo de la región de Belluno, en el Véneto, cercano al centro turístico de Cortina D Ampezzo, gravemente afectado por la desocupación, donde la Comuna ofrecía terrenos en condiciones muy ventajosas para atraer a pequeñas compañías. El aguerrido Leonardo decidió aprovechar la oportunidad y así nació Luxottica.
Al principio trabajaba hasta 20 horas diarias, codo a codo con su esposa y catorce operarios fabricando todo tipo de accesorios metálicos, pero paulatinamente fue especializándose en piezas para anteojos, un rubro en expansión y con menos competidores a la vista. Tras varios años de producir para otros fabricantes, el todavía desconocido empresario se aventuró a desarrollar modelos propios para comercializarlos con su marca. Para 1971 se presentó en sociedad ocupando un pequeño stand de una exposición comercial en Milán, donde sus productos fueron muy bien recibidos. En poco tiempo llegaron al Véneto pedidos provenientes de varios países europeos; se hacía indispensable ampliar la pequeña planta e incorporar nuevos equipos. Era un riesgo que sus socios no se animaron a enfrentar. A costa de grandes sacrificios, Del Vecchio consiguió el dinero para comprar a Metalflex su participación y continuó con el objetivo trazado.
A mediados de los setenta el modesto taller había devenido en una empresa de dimensiones respetables. Con un ritmo de crecimiento del 20 por ciento anual y exportando casi el 80 por ciento de sus productos, se hacía necesario replantear el modelo de organización para optimizar la producción, sostener costos competitivos y asegurar buenos carriles de distribución. Frente a esa coyuntura, el presidente de Luxottica puso en marcha una agresiva política de inversiones destinada a incorporar tecnologías de avanzada y acrecentar su capacidad productiva, expandiendo la fábrica de Agordo, construyendo otras nuevas o adquiriendo y modernizando plantas que ya estaban en funcionamiento.
En 1981 Luxottica compró Sferoflex, una compañía con treinta años de trayectoria en la fabricación de monturas metálicas, dueña de patente de la primera bisagra elástica. La operación sorprendió por igual a sus competidores en el negocio óptico y a los empleados más antiguos de Sferoflex, que reconocían en el nuevo patrón al aprendiz que habían conocido en la metalúrgica Johnson. Esta fue la primera de una serie de adquisiciones que terminarían por transformar a Luxottica en un poderoso holding. Hoy la empresa cuenta con seis ultramodernas plantas que funcionan con la precisión de un reloj suizo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario