Mientras se dedicaba a sanear a LensCrafter se concretaba otra adquisición fundamental. En 1999, después de arduas negociaciones llevadas adelante con el apoyo de la banca Rotschild, se quedaba con Ray Ban, la división de anteojos de sol de Bausch y Lomb, a cambio de 640 millones de dólares.
Con la acreditada Ray Ban, responsable del 40 por ciento de la producción estadounidense de anteojos para sol, llegaron otras tres marcas: Revo, Arnette y Killer Loop. La fabricación, que se concentraba en plantas ubicadas en Texas y México, se trasladó íntegramente a Italia. Esta medida estuvo orientada a asegurar la calidad de los productos, un tema que desvela a Del Vecchio, para quien es necesario apuntar siempre a la excelencia y -pensar en la perfección no como un ideal abstracto sino como un hecho real- porque -el mercado siempre puede ofrecer productos más competitivos-.
Con la acreditada Ray Ban, responsable del 40 por ciento de la producción estadounidense de anteojos para sol, llegaron otras tres marcas: Revo, Arnette y Killer Loop. La fabricación, que se concentraba en plantas ubicadas en Texas y México, se trasladó íntegramente a Italia. Esta medida estuvo orientada a asegurar la calidad de los productos, un tema que desvela a Del Vecchio, para quien es necesario apuntar siempre a la excelencia y -pensar en la perfección no como un ideal abstracto sino como un hecho real- porque -el mercado siempre puede ofrecer productos más competitivos-.
Aunque inició su trayectoria en el trabajo artesanal, este empresario es un vehemente defensor de la automatización que, no solo permite acelerar los tiempos de trabajo y reducir costos, sino que garantiza un efectivo control de calidad. Hace seis años, por medio de un joint venture con una compañía japonesa, se instaló una planta en China, destinada a fabricar anteojos que se venden en el mercado a menos de cincuenta dólares. A excepción de esta planta, toda la producción de la compañía se concentra en el norte de Italia. El mundo para las ventas, Italia para la producción: esa parece ser la consigna de Leonardo Del Vecchio, quien cree que globalizarse no implica perder la identidad y que la experiencia y especialización de los trabajadores italianos en la industria óptica es un patrimonio que no debe desperdiciarse.
Tiene claro que pudo conquistar a la franja de consumidores más exigente en casi todos los mercados nacionales gracias a la aureola de prestigio que envuelve al diseño milanés y al sello "Made in Italy", que se hace evidente en la reputación de los automóviles, los zapatos o los vinos de ese origen alrededor del mundo.
-Hay que respetar a la competencia- repite con frecuencia, y la competencia es nada menos que Safilo y De Rigo, empresas también italianas que lideran, junto a Luxottica, la industria del estilo en todo el mundo.
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